Estados tóxicos

Fragmento del libro Certezas en un mundo incierto, de Patricia May
Stress

Lo que les ocurre a la mayor parte de las personas es que simplemente viven en forma reactiva, respondiendo lo mejor posible a los estímulos y embates de la vida, sintiendo que son llevadas de acá para allá por las corrientes del devenir, subiendo cuando los hechos los elevan al éxito o la buena fortuna y lamentándose cuando llegan los tiempos malos, pero sin trazar un sendero consistente, un tomar la vida en las propias manos y direccionar, intencionar, dirigir más allá del éxito y del fracaso, de la alegría y del dolor, del cansancio y de la vitalidad, más allá de las circunstancias; incluso más allá de estar en un ciclo de claridad e inspiración, o en el opuesto.

¿Cómo nos liberamos de los estados tóxicos?

Los seres humanos solemos entrar en estados tóxicos y quedar atrapados en ellos: ansiedad, celos, angustia, rabia, miedo, crítica y prejuicios que nos impregnan como una densa neblina contaminando al medio. A veces nos poseen tanto que perdemos eje personal, voluntad, libertad, y nos volvemos esclavos de nuestros propios circuitos mentales/emocionales.
Muchas personas se ligan tanto a estos estados que llegan a identificarse y crear a través de ellos su identidad: «<yo soy celosa(o), ansiosa(o), rabiosa(o), insegura(o)», quedando así atrapadas en su autoimagen.
Los estados tóxicos son venenosos en tanto afectan la bioquímica del cuerpo, generando condiciones que deprimen el nivel inmunológico y enferman. Hay estudios que prueban que inciden en cosas tan diversas como los niveles de glucosa, el ritmo cardíaco, la tensión muscular y la digestión. Además son contagiosos, contaminan las relaciones, los ambientes y son quizás una de las principales causas de las problemáticas en los equipos de trabajo, pareja y familia.

¿Cómo nos liberamos de estos estados? La primera tarea es reconocerlos, observarlos, entender que no son algo natural, una característica de nuestro ser, sino algo que nosotros mismos hemos creado, y por tanto nosotros tenemos que desactivar.
Una técnica útil es observar cuándo éstos aparecen o nos embargan (el rencor o el resentimiento, por ejemplo),
retroceder al momento en que comenzamos a activarlos. De este modo, nos daremos cuenta de que a partir de una emoción o un pensamiento comenzamos a nutrir una cadena de ideas y sentimientos (generalmente repetitivos) que engrosaron cada vez más lo tóxico hasta que ya no lo pudimos parar. Entonces, podría servirnos una práctica como la respiración profunda y autoobservándonos preguntarnos: ¿Dónde nace este miedo, esta envidia, esta dependencia? ¿Cómo la he alimentado? ¿Cuál es la cadena de pensamientos a través de la cual la nutro? ¿Qué tipo de fantasías la acompañan y cómo son los complejos de ideas-emociones que amaso en torno a ella?, ¿Hasta dónde estoy permitiendo que invadan y condicionen mi vida? ¿Tienen una realidad en sí o son una creación de mi mente? Al hacer este análisis, comenzaremos a darnos cuenta de que los tóxicos son estados, no tienen una existencia permanente y que, por tanto, podemos liberarnos de ellos.

El siguiente paso es, utilizando también la atención en la respiración, visualizar en la propia mente un espacio de claridad, pureza y paz, y conectarnos con eso, atraerlo a través de la imaginación al cuerpo, a la acción, a nuestra vida, generando sentimientos y acciones expansivas, liberadoras, de buena voluntad y amor al entorno.
Una buena práctica es orientar el pensamiento hacia todas las cosas que podemos agradecer cada día, reconocer todas las bendiciones que nos da la vida, comenzando por nuestra propia disposición a ir logrando un estado más sereno y armónico que en vez de ser un veneno, sea una bendición al entorno.

El mayor lujo de nuestros tiempos es la simplicidad, el silencio, la naturaleza, el cariño sin prisa, la ternura, las actividades vividas en plenitud, sin ansiedad, sin apuro, sin anhelar estar haciendo otra cosa, o estando en otra parte. El mayor lujo son también los espacios vacíos, o con pocas cosas, en medio de ciudades llenas de ruido y ofertas y ventas de ilusiones. La reorientación que necesitamos hacer es preguntarnos qué tipo de vida necesitamos tener para estar en contacto con nuestro ser y vivir en plenitud.

Patricia May

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